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La paciencia. Virtud en peligro de extinción

Actualizado: 9 sept 2020

La paciencia definitivamente es una virtud. Lo lamentable es que sea quizás la mas escasa que la historia de la humanidad haya podido experimentar en todo su registro escrito.

Tomando en cuenta que hemos evolucionado tecnológicamente de una manera vertiginosa en los últimos 100 años, nos hemos acostumbrado a la cultura del inmediatismo. Queremos todo rápido, y a poder ser, sin que nos cueste mucho.

Escribimos por whatsapp y exigimos una respuesta casi inmediata. No importa lo que esté haciendo la otra persona.

Emprendemos un negocio y queremos que de beneficios en menos de 3 meses. Si no, es culpa del mercado, que no estaba preparado para nuestra innovación.

Salimos en una cita y queremos sexo de manera inmediata. Si no, pues a buscar otra pareja.

Llevamos 3 años con un dolor de espalda, y cuando vamos al fisio, queremos que nos arregle en la primera sesión.

Sin embargo, vemos con preocupación como nuestros hijos estallan en un berrinche cuando no pueden usar los videojuegos, y no entendemos por qué. Irónico, ¿no?

La paciencia por tanto se ha convertido en una especie de utopía, ciertamente admirada cuando la ves en otros, aunque al mismo tiempo sea motivo de críticas porque los hace quedarse atrás por no estar a la vanguardia ni al ritmo en que se mueve el resto de la gente.

Esta falta de virtud es la que mas entorpece la recuperación de los pacientes. Muchos de ellos, sobre todo los deportistas, tienen serias dificultades para respetar los tiempos de recuperación, con la excusa de: – Es que yo no puedo vivir sin hacer mis ejercicios. ¡Me deprimo!

Nada como una lesión para poner a prueba el carácter del deportista impaciente.

Si lo piensas bien, ¿en cuantas áreas de tu vida podrías reconocer que eres impaciente? ¿crees que la impaciencia es una conducta saludable?

Es muy probable que hayas podido ser funcional durante la mayor parte del tiempo. Pero, ¿y ahora, en plena crisis mundial por una pandemia? La situación actual ha puesto de manifiesto que nuestra sanidad mental es más frágil de lo que pensábamos. Antes drenábamos la ansiedad a través de viajes, playas, fiestas, bares, corridas al aire libre, bicicleta, gimnasio, fútbol, póker, amigos, etc.

Ahora bien, si este proceso te convierte en una persona paciente, ecuánime, serena, que proyecta un total dominio de sus emociones, entonces sabrás que estarás en el buen camino. Para esto puedes utilizar todos los medios a tu disposición: ejercicios en casa, meditación, oración si eres creyente, buena alimentación, hidratación, descanso. Busca a gente en quien confíes profesionalmente: nutricionistas, entrenadores, fisioterapeutas, psicólogos, psiquiatras, etc.

Entonces ¿cómo puedo trabajar la paciencia? Centrando la atención en el aquí y en el ahora prestando atención de manera consciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y aceptación (mindfulness); contemplando la belleza que hay en las cosas simples, trabajando las fortalezas. En definitiva, y aunque suene a perogrullada, la paciencia se trabaja siendo paciente.

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar” Joan Manuel Serrat

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